Comunicar lo sutil
Comunicar lo sutil

Comunicar no es solo escribir o hablar: es escuchar quién eres, qué te mueve y ponerle palabra de forma auténtica, humana y coherente. Acompaño personas y proyectos sensibles que necesitan encontrar su voz, ordenar su mensaje y compartirlo con cuidado y verdad.

La escritura: ese regalo

La escritura: ese regalo

La escritura: ese regalo

En el verano de 1998 mi madre me regaló mi primer diario. No era un cuaderno infantil, de colores o dibujos. No era algo pensado para una niña de nueve años. Era un objeto serio, precioso, casi sagrado: encuadernado en piel verde, con cierre de seguro y el filo de las páginas dorado. Lo que más recuerdo es su olor. Olía a página antigua, a libro de hechicería, a tesoro encontrado especialmente para mí.

El principio de nuestra relación no fue muy bonito. Lloré un poco porque el capricho que esperaba era una Barbie nueva, o algún juguete llamativo y pasajero. Pero, ¿un cuaderno? Mi madre me hacía esa clase de “sorpresas”… Ella trabajaba hasta tarde y al tener que pasar mucho tiempo fuera, me debía quedar al cuidado de otras personas. Por eso, como mujer adulta que soy ahora, pienso que esos regalitos que me solía hacer cumplían con el propósito de mitigar su sentimiento de culpa. Y aún conservo algunas páginas en las que escribía, enfadada, contra ella, Y lo hacía deseando que ella lo leyera en algún momento. Se me encoge un poquito el corazón al pensarlo. 

Más tarde pude entenderlo. Aunque yo no era muy aplicada en la escuela —y me costaba mucho aprender cosas nuevas en la primaria— pero mi madre me había visto articular poemas (o conjuntos de frases con rimas más o menos resultonas) en alguna libreta vieja que tenía por casa. Por eso, sin yo comprenderlo del todo, ese diario fue El regalo, con mayúscula. El mejor obsequio que podía entregarme antes de irse demasiado pronto. Y aún lo conservo.

No fue su ausencia lo que me llevó a escribir, sino algo que venía de antes, de adentro. Fui una niña callada, tímida, con un miedo sordo a que notaran mi presencia. Me daba pavor ocupar espacio. Mi manera de existir era querer desaparecer excepto cuando escribía. En los márgenes de las libretas escolares empecé a dibujar palabras. Y con el tiempo, y después de la muerte de mi madre, el lenguaje y sus normas empezaron a interesarme, porque me permitían ser más libre a la hora de expresarme.

Desde entonces, aunque no lo sabía, escribir se convirtió en mi salvavidas invisible. En mi espacio terapéutico no oficial. En mi oráculo, mi desahogo, mi forma de canalizar lo que no sabía decir en voz alta.

En 2020, en pleno confinamiento, descubrí El camino del artista, de Julia Cameron, y sentí que alguien había puesto palabras a algo que yo llevaba años practicando sin saber que tenía un nombre. Sus páginas matutinas, esa escritura libre, sin juicio, escrita cada día como una forma de vaciarse y escucharse, resonaron conmigo como un eco familiar.

“La creatividad es la conexión natural de la vida. La vida es energía: pura energía creativa”, dice Cameron. Y añade: “Escribir las páginas matutinas es como abrir un grifo y dejar que salga todo lo que tapa ese caudal creativo”.

Recuerdo que empecé a recomendar ese libro a cada persona cercana con bloqueos creativos, con el deseo de que pudieran ver el potencial de esa herramienta. Pero con los años entendí que este tipo de escritura no es solo para artistas. Es para cualquier ser humano que desee  y necesite entrar en contacto consigo mismo, su mundo interior, sus emociones, sus palabras no dichas…

Y con los años he comprendido que escribir no era solo una afición o un refugio. Era, y es, una forma de habitarme. De escuchar lo que no tiene forma todavía. De ordenar lo confuso. De nombrar lo que duele o late en silencio. Me ayuda a tomar decisiones, a construir mi vida.

Por eso, desde mi proyecto actual acompaño a otras personas a reconectar con su voz. A través de talleres, sesiones y propuestas, invito a explorar la escritura como herramienta de autoescucha, canalización y comunicación consciente. No desde la exigencia ni la técnica, sino desde la sinceridad de lo que pulsa dentro. Desde ese lugar donde escribir no es un deber, sino un acto de amor hacia una misma.

Sigo escribiendo cada mañana, y cuando no lo hago lo noto. Mi mente se embota, mis emociones se agolpan. Volver a las páginas es volver a mí. Y eso es lo que intento transmitir en cada espacio que facilito: que la escritura puede ser un hilo suave pero firme, que te trae de vuelta a casa.

La escritura libre es medicina. Es refugio. Es ritual. Y como todo ritual, cuando se vuelve cotidiano, transforma.

Por supuesto, es una práctica individual y no sustituye un encuentro con otro ser humano, con un profesional del mundo terapéutico.  

Pero como canal de autoconocimiento,  no he podido hacer otra cosa que hablar de ello, divulgarlo, compartir mi experiencia. No como fórmula mágica, sino como semilla. Porque quizá, para alguien más, también pueda ser El regalo.

Como dice Julia Cameron:

“Cuando escribimos nuestras páginas, nos estamos escuchando. Y esa escucha es el principio de toda sanación creativa.”

Si nunca has probado a escribir solo para ti, te invito a hacerlo mañana. No necesitas saber por dónde empezar. Solo necesitarás una libreta, un bolígrafo y el permiso de no hacerlo perfecto.

Patricia.